Por Miguel Lois / info@eurohoops.net
Con 35 años, 2 anillos de la NBA, 5 veces All-Star, 2 platas olímpicas, 2 veces campeón de Europa, campeón del mundo… Y el tío, perdón, el extraterrestre, se permite la licencia de decir sí a la selección. Si los argentinos sienten una devoción incontrolable por Diego Armando Maradona, en España debería empezar a implantarse una nueva religión. La de Pau. La de Gasol. La del mejor jugador FIBA de todos los tiempos. Sin discusión.
40 puntos, 11 rebotes, 11 faltas recibidas. 52 de valoración. Ante Rudy Gobert. En Francia. En unas semifinales. Repito, con 35 años.
Si había alguna duda de que existen las divinidades, anoche se disiparon. Al menos, entendimos que a menudo lo divino puede bajar a lo terrenal y lo terrenal ascender a lo divino. Batum, un jugador con un 83% de media en tiros libres en la NBA, falló los 3 decisivos en el último minuto. Parker, el máximo anotador de la historia del Eurobasket, se quedó en un 4 de 17 en tiros de campo. Pau, a pesar del plan maquiavélico de Francia de sacarlo del partido, irrumpió con 40 puntos y una lección de pundonor que pasará a los anales del baloncesto europeo.
Fuiste tú.
Sí, Pau, me vas a permitir que te tutee. Por tu talento. Por tu clase. Por tu magia. Por tu liderazgo. Por tu carácter. Por tu grito de guerra después de ese mate que sellaba el billete para la final del domingo y para los Juegos de Río. Por tu humildad. Por hacer de este deporte un arte. Por hacer vibrar a un país que siente un orgullo enorme de tenerte. Por hacernos soñar despiertos.
Dicen que la historia la escriben los valientes. Quién habría dicho en 2001, cuando cruzaste el charco para cumplir tu sueño en la NBA, que 14 años después estarías al lado de nombres que son leyenda. Pero es que, Pau (sí, sigo tuteándote), tú eres una de ellas. Has hecho, estás haciendo y seguirás haciendo historia. Te han tildado de blando, te han querido retirar… y siempre has respondido en la cancha.
En tu hogar.
Porque ahí dentro tú eres el rey. Tú decides cómo y a qué se juega. Dominas toda la idiosincrasia del juego, desde la finta más bote y penetración con final contundente (¡qué mate hiciste para verlo una y otra vez!), un gancho a lo Abdul-Jabbar, una asistencia magiciana hasta un triple con muñeca balcánica. El idilio se alarga. Te sientes cómodo, desarrollas tus virtudes, contagias tus emociones y generas unos sentimientos de felicidad incalculables.
Longevidad.
Me río yo de la edad. No me imagino qué debes pensar tú. 35 años y pareces un chaval. Te deslizas por la pista, bailas al son del “Allez les bleus” y saltas con una propulsión imparable hacia el Olimpo. El de los dioses. Ya tienen un hueco ahí para ti, créeme. Y con buenas vistas.
Pasarán los años y le contaremos a nuestros hijos y a nuestros nietos que vimos jugar a Pau Gasol. Que un día hizo callar (u obligó a aplaudir, qué se yo) a 27.000 personas en Francia. Que fue Trending Topic mundial en uno de esos partidos que hay que tener en DVD y verlos cada cierto tiempo para recordar que los terrenales, a veces, parecen no ser de este mundo.
Es quizás, por todas estas razones, que es el mejor momento para recordar que Pau se acaba. Que la longevidad de un héroe está marcada por el fin de una carrera inevitablemente cada día más cerca. Por edad. Por desgaste. Porque la naturaleza aún no es capaz de diseñar un cuerpo que aguante tantos años en el deporte profesional.
Por eso, Pau, debemos darte las gracias por cada minuto de tu exuberante talento. Por cada segundo de tu extraordinaria habilidad. Por ser un artista como en su época lo fueron Da Vinci, Beethoven o Edison.
De una manera u otra has cambiado la historia. Al menos, la de este humilde servidor.
No sé equivocó Andrés Montes, eres un extraterrestre.
Gracias, de corazón, por hacernos partícipes de tu legado.