Por Alex Molina / info@eurohoops.net
Solamente hay una cosa más importante que tener el factor pista en los playoffs: conservarlo. El Barça ha caído en el primer partido de la serie ante el Olympiacos (75-77) tras un partido en el que la defensa griega ha dictaminado en todo momento el ritmo del partido.
Por mucho que todo el mundo, protagonistas, fans y medios de comunicación, se hayan pasado las últimas semanas hablando de lo importante que era el Palau, pero el único factor que se ha notado ha sido la defensa del Olympiacos. Los del Pireo se han plantado en esta eliminatoria como la mejor defensa de la Euroliga y no han tardado en demostrarlo. Cuatro eternos minutos le ha costado al Barça estrenar su casillero, una prueba más que clara del drama que era el ataque culé. Precipitaciones, malas decisiones, nervios… Todos los ingredientes para el cóctel desastroso que ha sido la primera mitad. El 2-8 que reflejaba el marcador era un jarro de agua fría para el aficionado, que a pesar de recibir una bufanda para la ocasión y cumplir con su parte, veía como el inicio de partido era claramente visitante. Solamente Jabari Parker y su capacidad de correr a campo abierto aportaban algo de frescura a un Barça que, eso sí, cerró el primer cuarto con un buen 18-19.
La mejoría azulgrana se notó más en el segundo periodo, hasta tal punto que con Willy y Abrines de destacados, el Barça logró la primera ventaja del partido con el 25-23, un marcador en el que Ricky Rubio y su soltura tuvieron también mucho que ver. Pero fue un espejismo. Entrar en la zona griega era deporte de riesgo por los palos que llovían y no es que los árbitros permitieran mucho (demasiado), sino que además tuvieron algunas decisiones más que cuestionables. La antideportiva a Vesely encendió al Palau, que hasta ese momento veía impotente como los suyos no podían igualar la intensidad visitante, y los fallos desde la línea de Moses Wright entraron en el top histórico de decibelios en el Palau…pero el Olympiacos sabe lo que es jugar en un infierno. El equipo de Bartzokas aprovechó la situación para cerrar la primera mitad con un 35-44 que encendió todas las alarmas en Barcelona.
La segunda mitad empezó como terminó la primera. El poco acierto culé se combinaba con la intensa defensa griega y los árbitros acaparando flashes. Sólamente los de naranja y negro vieron como una acción que terminó con sangre en la mano de Ricky no era falta. Compensaron luego con una técnica a Walkup (que secó, por lo civil o lo criminal a Laprovittola) pero la tendencia era la misma y la ventaja visitante también. Los más o menos diez puntos que manejaba el Olympiacos (llegaron a ser 13 con el 47-60) fueron una constante hasta el arreón final del Barça, que a base de más corazón que cabeza recortó hasta el 54-61 con el que terminó el tercer asalto.
Y lo de asalto casi que no es una metáfora. Ya avisaba Willy que estaba con ganas de pegarse con los interiores del Pireo y lo de hoy fue un combate con todas las de la ley, con un calentísimo Palau de testigo de excepción. Los buenos minutos del interior español pusieron un 58-61 en el marcador que eran buenas y malas noticias. El Barça estaba ahí pero sus pilares seguían sin aparecer. Laprovittola amaniatado, Vesely desaparecido, Kalinic más de lo mismo, Parker irregular y Satoransky improductivo. El panorama no invitaba al optimismo culé y el Olympiacos olió sangre. A base de intensidad en defensa, manos y físico, los del Pireo volvieron a disparar la ventaja a los dos dígitos (59-69).
A pesar de que un momento de inspiración de Ricky Rubio y Lapro recortó la desventaja hasta el 67-69, todo fue un espejismo. Canaan volvió a silenciar el Palau y un dos más uno de Milutinov devolvieron la ventaja a donde había estado gran parte del partido. Una antideportiva de Walkup a Ricky puso el 72-75 que hizo soñar a los culés con la remontada, ya que el balón era además culé. ¿Indecisión? ¿Imprecisión? ¿Falta de comunicación? Sea como sea, el balón de Lapro nunca llegó a Willy y ahí se terminó el partido.