Por Antonis Stroggylakis/ info@eurohoops.net
A principios del segundo período del partido ante el Unics Kazán, el Real Madrid estaba por detrás en el marcador con 20-17. Nada serio en cuanto a la desventaja, pero la verdad era que los blancos se enfrentaban tenían problemas con la anotación y la creación de momentos.
Los 17 puntos anotados en 11 minutos hablaban de un pobre rendimiento ofensivo, especialmente teniendo en cuenta los 21,6 en promedio por cuarto en la campaña actual.
Además, con Sergio Llull incapaz de facilitar el plan de batalla de su equipo o poner jugadas exitosos como lo hace habitualmente, además de la notable ausencia de Rudy Fernández, el Real dependió en gran medida de la actuación de Gustavo Ayón. El Titán había metido 10 puntos después de 10 minutos, ya sea después de conexiones de alto-bajo o segundas opciones.
Pero este esquema no era el más efectivo, haciendo al Real muy predecible en un momento en que más y más jugadores del Unics empezaron a carbura.
Fue entonces cuando Luka Doncic, que había llegado del banquillo en los últimos momentos del primer cuarto, tomó las riendas del partido.
Su presencia reanimó a su equipo y trajo una completa metamorfosis a la forma en que atacaba la canasta. La perezosa oruga que parecía ser la ofensiva del Real hasta aquel momento, se convirtió en una polilla elegante con movimientos laterales, buena circulación del balón y, lo más importante, se mejoró significativamente el desempeño ofensivo.
En los próximos ocho minutos, el base de 17 años repartió nada menos que seis asistencias a sus compañeros, ayudando al Real Madrid a mandar al descanso por 7 tantos (43-36).
La mayoría de estos pases provenían de larga o media distancia. Siendo el base más alto en el piso (2,01 m / 6,7 pies), su altura realza su visión de corte ya avanzada y le permite trabajar como un panoptikon que lo ve todo y lo sabe todo. Con ojos en todas partes y nada que escape de su mirada vigilante, Doncic puede escanear la cancha, anticipando cada movimiento y, lo que es más importante, sabiendo cuándo y cómo atacar con un pase que cortará la defensa rival a la mitad.
Para ser honesto, me recordó la forma en que la leyenda euroliguera, Teo Papaloukas, jugaba cuando estaba en el apogeo de su carrera.
Siendo dos veces campeón de la Euroliga (2006, 2008) con el CSKA Moscú, MVP de la temporada (2007) y la Final Four (2006), Papaloukas también era un base alto (2 m./6.6 pies) que sabía utilizar su tamaño para revelar lo invisible, asistir (o hacer pases de igual importancia que resultaban ser asistencias), crear de la nada oportunidades para anotar y, en general, distribuir el balón de una manera muy influyente para la ofensiva de su equipo y terriblemente perjudicial para el rival.
Al igual que Doncic, Papaloukas rara vez fue titular, prefiriendo sentarse los primeros minutos del partido en el banquillo para estudiar ciertos aspectos de cada partido. Entonces usaría ese conocimiento en favor de su equipo, entrando en la cancha con suficientes datos para darle una ventaja sobre sus rivales.
Fue algo innovador que prácticamente transformó la forma en que la Euroliga veía el papel del “sexto jugador”, y ahora es una práctica empleada por tales bases como Milos Teodosic.
Estos no son lo único que Doncic y Papaloukas tienen en común. Cuando el jugador esloveno está a punto de penetrar recorre a grandes zancadas para aumentar la ventaja que ya tiene debido a la desigualdad de tamaño con su oponente personal, forzar la ayuda y luego leer inmediatamente la brecha que se crea en la defensa rival para alimentar a un compañero de equipo para una canasta fácil del último.
Su arsenal también cuenta con una finta momentánea con el balón para sembrar una confusión adicional antes de cambiar rápidamente hacia su próximo movimiento.
Papaloukas, que también estaba lejos de ser el más rápido o el más atlético de todo el mundo (al igual que Doncic) involucraba a sus oponentes con botes similares, creando primero una brecha y luego entregando la ayuda después de leer el desequilibrio defensivo que se formaba.
Lo mismo ocurre con Doncic. Porque cada vez que el joven del Real Madrid se mete en un “atasco” en ataques posicionales y de media cancha, se asegura de que mantenga alto la cabeza y alerta su mirada para ver dónde está el resto de sus compañeros con el fin de tomar una oportuna decisión perfecta.
Otro aspecto que comparten estos dos es su habilidad de cambiar el momento del partido. Pocos minutos en la cancha, una o dos jugadas son suficientes para que impongan su ritmo y cambien el tempo del partido.
Por supuesto, nada de lo anterior hubiera sido posible y tales comparaciones no hubieran ocurrido, si Doncic no poseyera una capacidad tan extraordinaria e inherente para visualizar, proyectar y, en última instancia, entender el juego digno de un sabio. Como si no tuviera 17 años, sino alguien que habrá pasado eones en canchas baloncestísticas. Como si las células de su cuerpo fueran granos, coloreadas en tonos de naranja, con costillas negras grabadas en ellas. Al igual que el balón que tan bellamente sabe manejar.
Doncic piensa y actúa rápidamente mientras encauza una asombrosa paciencia y sabiduría en su juego. Pero cuando las jugadas en ataque resultan ser nada deseadas, no dudará en inventárselas. Sin mostrar las tendencias de un chupón, sólo por alterar el ritmo a favor de su equipo, asumir el control del ritmo y luego golpear a través penetrar la defensa rival, manipulándola según las exigencias de la ofensiva de su equipo.
Estamos hablando de una maestría absoluto respecto a lo que está sucediendo en la cancha. Porque eso es lo que hizo contra el Unics Kazán.
En caso de que se esté preguntando cómo avanzaba el partido, el Real Madrid venció al equipo ruso por 81 – 77 y extendió a 8 – 0 su racha ganadora. El base esloveno completó exitosamente sus deberes de un mariscal de campo acumulando 11 asistencias, 7 rebotes y 5 puntos. Todo esto en tan sólo 24 minutos.
Mientras que asumió el papel del maestro de la orquesta, se convirtió en el jugador más joven en la historia de la máxima competición europea (después de 2000) que termina un partido con 11 asistencias.
Un nuevo espectáculo emocionante para los aficionados al baloncesto para que se queden perplejos y, al mismo tiempo, simplemente un día cualquiera para Luka Doncic.