Por Aris Barkas / barkas@eurohoops.net
Con las notables excepciones de España, Alemania e Israel, el mercado de fichajes europeo llegó de manera abrupta y, en la mayoría de los casos, deja más preguntas que respuestas. Si bien la mayoría de los equipos no pueden certeza de sus pérdidas durante la temporada 2019-20 y de sus presupuestos para la temporada 2020-21, la primera indicación es profundamente preocupante.
Nadie puede garantizar la presencia de aficionados en las gradas; nadie sabe si los patrocinadores tendrán suficiente dinero para gastar en publicidad, e incluso los acuerdos de televisión pueden terminar siendo renegociados. Se espera que los números de la Euroliga sean precisos para el mes julio, de manera que se presentarán oficialmente en la asamblea general anual de los clubes.
En las ligas nacionales, mientras que en la mayoría de los casos se valoran las expansiones ya que no habrá descensos, no está del todo claro cuántos clubes serán sostenibles después de la pandemia.
En este entorno, la FIBA está tratando activamente de impulsar la Basketball Champions League y ya ha logrado confirmar la participación de clubes -como Bilbao Basket o Casademont Zaragoza- que mejorarán la valoración de la competición. Sin embargo, tiene más que sentido trazar un camino para poner fin al largo debate entre FIBA y la Euroliga y cambiar la estructura de las competiciones europeas.
Actualmente, Europa tiene cuatro competiciones continentales -la Turkish Airlines EuroLeague, la Basketball Champions League, la 7DAYS EuroCup, y no olvidemos de la FIBA Europe Cup- y, hablando de manera realista, dos podrían ser más que suficientes.
Con dos competiciones continentales y la colaboración entre FIBA y Euroliga, los ingresos están destinados a maximizarse, y las empresas que están tratando de invertir en deportes a nivel europeo obtendrán una fiable alternativa al fútbol.
El CEO de la Euroliga, Jordi Bertomeu, abordó el tema en su reciente conferencia de prensa y declaró: “Claramente, nunca estuvimos de acuerdo, y nunca lo estaremos, con el concepto de que Europa puede tener cuatro competiciones de clubes. No creo que alguien pueda creer que esto es realista, factible y correcto. Pero a veces por problemas, podemos aprovechar las oportunidades. Y este podría ser el escenario“.
Sus citas sobre el asunto pasaron desapercibidas. Aún así, Bertomeu también reveló que hay conversaciones en curso con la FIBA: “Comenzamos algunas conversaciones en el último mes con la FIBA como consecuencia de la pandemia. Ambas partes se han centrado más en nuestros problemas internos. Antes de que esto sucediera, ya habíamos tenido algunas conversaciones, y creo que la atmósfera con la FIBA es diferente. ¿Significa que lograremos tener menos competiciones europeas? Ya veremos, pero no puedo negar que tenemos una nueva realidad. Todos deben hacer un esfuerzo para adaptarse a la realidad de nuestro deporte, nuestra competición y, sobre todo, nuestra economía y a la nueva situación. Pero ya veremos. Depende de la evolución de estas conversaciones, pero estamos abiertos, como siempre, a hablar de esto“.
Con los números empujando hacia esta dirección, tiene más sentido que las dos partes encuentren un terreno común finalmente. Y ese puede ser el comienzo de algo más grande.
Europa y la NBA
La relación entre el baloncesto europeo y la NBA se asemeja a un elefante en una habitación. Si bien la liga americana ha crecido a pasos agigantados desde entonces en los 90, el baloncesto europeo continúa muy rezagado.
Sobre la cancha se puede argumentar que la brecha no es tan grande como solía ser el pasado siglo… pero en todo lo demás, simplemente no hay competición. Y la triste verdad para el viejo continente es que la NBA avanza a una velocidad estelar, mientras que Europa ha ido dando pequeños pasos durante los últimos 20 años.
La pregunta en la mente de los directivos europeos de baloncesto debería ser cómo Europa puede beneficiarse económicamente de la NBA. Las estrellas europeas no son una rara avis en la NBA, sino una marca reconocida.
El año pasado, el MVP fue griego (Giannis Antetokounmpo), el mejor jugador defensivo francés (Rudy Gobert) y el novato del año esloveno (Luka Doncic).
Excepto por el ‘buyout’ de Doncic, que se estimaba cerca de los 2 millones, el baloncesto europeo no se ha beneficiado en absoluto por la producción de esas estrellas. De hecho, la cifra de Doncic debería considerarse igualmente baja. Mientras tanto, las selecciones europeas pueden tener a estos jugadores disponibles solo en los torneos importantes de la FIBA y bajo ciertas condiciones.
Es por eso que la cláusula de seis millones de Facundo Campazzo no debería ser una excepción, sino la regla. El baloncesto europeo necesita desesperadamente un impulso económico, y lo justo es conseguirlo por la producción jugadores de élite para la NBA.
Y, para que eso se logre, es necesario que la FIBA y los grandes clubes trabajen juntos para lograr ese objetivo. Aunque no hay un acuerdo entre la Euroliga y la FIBA sobre el número de competiciones continentales, es imprescindible encontrar una forma de renegociar los ‘buyouts’, especialmente para los jugadores europeos elegibles.
Actualmente, los clubes europeos reciben menos de un millón por permitir que un jugador vaya a la NBA según el acuerdo de negociación colectiva actual, mientras que el límite salarial total de una franquicia de la NBA es de más de 100 millones de dólares.
Si esa ecuación fuera más justa, entonces tendría más sentido que todos los clubes europeos de baloncesto inviertan dinero en el deporte.