Por Aris Barkas / barkas@eurohoops.net
La idea detrás de la creación de la Basketball Champions League es dar una oportunidad a cualquier club que pueda clasificarse a través de las ligas nacionales de ganar el trofeo. Eso es una gran idea en la teoría y esta temporada ya ha demostrado ser un hecho en la cancha.
Con dos series de play-ins aún por decidir, de los equipos que compitieron en las dos últimas Final 8, sólo Lenovo Tenerife, Hapoel Holon y SIG Strasbourg se han asegurado un puesto en los octavos de final.
Dos integrantes de la Final 8 de 2020, Dijon y Hapoel Jerusalem pueden unirse a la fiesta después de perderse la edición de 2021… pero eso es todo. El Hereda San Pablo Burgos, el dos veces campeón de la BCL de manera consecutiva, no ha podido defender su corona. El AEK de Atenas no es más que una sombra de su gloria pasada. El Nymburk tampoco pasó el corte. El Pinar Karsiyaka no pudo lograrlo a pesar de tener grandes ambiciones. Y la lista sigue.
La BCL quiere expandir el grupo de los mejores clubes europeos y dar la oportunidad a los equipos de países donde todavía hay un gran espacio para que el baloncesto muestre su talento y evolucione.
No es una tarea fácil, pero tener en los octavos de final al Falco Szombathel húngaro, al U-BT Cluj-Napoca representando a Rumanía y al Filou Oostende de Bélgica demuestra que esos clubes al menos tienen la oportunidad a través de la BCL de obtener experiencia a nivel europeo en una competición continental, mejorando drásticamente en unos pocos años. Después de todo, Falco y Cluj-Napoca ni siquiera necesitaron play-ins para clasificarse.
Es por eso que en los duelos entre Dijon y VEF Riga y entre Hapoel Jerusalem y BC Prometey, el foco estará en los equipos más desconocidos, que especialmente en el caso del equipo ucraniano, cuyo potencial anotador les permitiría llegar lejos.
Involucrar mucho más al viejo continente en el baloncesto sin importar el país era uno de los mantras de la Basketball Champions League y, aunque aún se dan pequeños pasos, el plan funciona.