Por Alex Madrid / amadrid@eurohoops.net
Las negociaciones entre Ucrania y Rusia parecen avanzar, por lo que existe una ligera esperanza de que la guerra acabe pronto. Sin embargo, para los clubes rusos que compiten (o lo hacían) en Europa, la tregua podría no llegar a tiempo.
“La Euroliga ha fijado como fecha límite para la decisión el 21 de marzo, pero sé la respuesta que recibiremos”, explicaba esta misma semana Andrey Vatutin, presidente del CSKA de Moscú y uno de los personajes que más se ha dirigido a la prensa desde el inicio del conflicto bélico. El tiempo corre en su contra y cada segundo que pasa parece menos realista imaginarse una Euroliga que continúe con los tres equipos rusos. De hecho, algunos ya sólo revisamos la ficticia clasificación que, según parece, será oficial en cuestión de días.
Si, en el mejor de los casos, los acuerdos de paz prosperan y se produjera un alto el fuego casi inminente, seguirá siendo prácticamente una utopía que los clubes rusos sigan compitiendo esta campaña por todo el continente por motivos logísticos.
El foco debe estar, por tanto, en la próxima temporada, pues todo esto es un ejercicio de adivinación y lo único que realmente podemos asegurar es que hasta verano no sabremos cómo será la Turkish Airlines EuroLeague 2022-23.
El CSKA, a contrarreloj
La época estival siempre supone ajetreo en las oficinas de los clubes, pero para los clubes rusos será aún más intenso si cabe en un clima de incertidumbre y con dos escenarios sobre la mesa.
El primer supuesto, el ideal, nos mostraría un plano político calmado (del segundo hablaremos más adelante). El CSKA, como miembro de la ECA y poseedor de una licencia A, jugaría la Euroliga, mientras Zenit de San Petersburgo y UNICS Kazán esperarían una decisisión sobre la competición que deben disputar. Es cierto que, en el caso del equipo tártaro, su regreso a la EuroCup parece algo más que probable. Con el equipo de Xavi Pascual, que ha asentado las bases de un sólido proyecto sólido y en crecimiento, no podría descartar su presencia.
Pero volvamos y centrémonos en el CSKA, dado que su participación en la Euroliga será la más probable de las tres como propietario de la competición. El equipo presidido por Vatutin deberá afrontar una situación económica compleja, más allá de la devaluación del rublo. Por un lado, la obligada renegociación de los principales acuerdos de patrocinio del club en Rusia. Por otro, la confección de una plantilla, ya que, si bien hasta ahora han recibido ‘buyouts’ por todos los jugadores que han decidido marcharse (Daniel Hackett, Toko Shengelia e Iffe Lundberg, en ese orden), apenas cuentan con jugadores extranjeros en nómina y se avecina el final de contrato de su gran estrella, Will Clyburn. Obviamente, también será un factor decisivo en las aspiraciones de un equipo que llevaba más de una década sin faltar a una Final Four el ‘timing’ de las operaciones: los jugadores cada vez esperan menos a los clubes y mediado agosto prácticamente todas las plantillas estarán cerradas.
Contemplemos ahora el devastador segundo supuesto, en el que la guerra se alarga. Logísticamente, sería de nuevo una quimera la participación de un CSKA que volvería a enfrentarse a la opinión pública [las siglas CSKA hacen referencia a Club Deportivo Central del Ejército] si decidiera, por ejemplo, jugar en terreno neutral. La competición sufriría la ausencia de una de sus principales potencias, siendo un duro impacto tanto a nivel deportivo como económico. Igualmente seguirá estando ligado a la Euroliga, pues no hay forma de que una licencia A sea anulada por fuerza mayor (como, por ejemplo, un conflicto bélico). Al menos, sobre el papel. Por lo tanto, pese a la utópica participación del Equipo del Ejército en caso de que continúe la guerra, seguirá teniendo voz y voto en la organización, aunque partes interesadas, como Ergin Ataman, no lo entiendan.
En resumen, tendremos que esperar hasta este verano para que comiencen a aclararse todas las dudas que rodean al CSKA.
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