Por Cesare Milanti / info@eurohoops.net
Imagina que te llaman por primera vez para entrenar en la primera división italiana. En el equipo que, como jugador, has llevado durante ocho largos años, inspirando a miles de jóvenes aficionados a imitar tus jugadas en todo tipo de pista.
El estandarte rojiblanco te espera, por primera vez desde el otro lado del escenario. Ya no pisas el parqué, sino que tratas de contener las emociones del juego desde el banquillo.
Es el derbi de la ciudad, contra el Cantú. Y, si se gana, se reacciona así.
No debe sorprender a nadie porque la historia de Gianmarco Pozzecco siempre ha estado salpicada de momentos como éste.
Nacido en 1972, a pocos kilómetros de la frontera con la actual Eslovenia, creció jugando al baloncesto en Údine, pero siempre ha considerado Trieste su casa: la emoción de debutar como seleccionador italiano en su ciudad lo demuestra.
Sin embargo, cuando su carrera baloncestística despegó, no volvió a jugar donde sopla el viento fuerte, permaneciendo fiel durante varios años a otro equipo rojiblanco. Cabría esperar que un personaje fuera de lo común como el suyo cambiara constantemente de camiseta, en busca de nuevos retos. En cambio, grabó su nombre en la historia del Pallacanestro Varese, acercándose cada año más a la meta, hasta el mágico 1999, con la victoria del décimo Scudetto en la historia del club.
Era un equipo que Pozzecco dirigía como base principal y que contaba con jugadores como Andrea Meneghin, Veljko Mršić, Cecco Vescovi, Alessandro De Pol, Giacomo Galanda o Daniel Santiago. En el banquillo se encontraba Charlie Recalcati, que hoy es el ayudante principal de Gianmarco Pozzecco en el cuerpo técnico de Italia.
El Varese volvió a la gloria y Pozzecco relataba en su libro cómo era su vida fuera de la cancha durante esas mágicas temporadas: “No había un domingo por la noche en el que no amaneciera con una copa en la mano. Me pregunto cuántos de vosotros me visteis en el Hollywood [nota: una discoteca] de Milán con dos copas en la mano y un cigarrillo en la boca. Pero los demás días de la semana, ¿dónde estaba yo? ¿Cuando salisteis a emborracharos de nuevo el viernes o el sábado por la noche? Te lo diré: ¡en casa!“.
Son años en los que el talento de Pozzecco llega de alguna manera a Estados Unidos: Allen Iverson llega a Varese en verano para jugar partidos de 3×3, mientras que al año siguiente el equipo juega el McDonald’s Open, quedándose cerca de ganar a los San Antonio Spurs de Gregg Popovich.
“Ese pelirrojo me impresionó…“, dijo Tim Duncan al final del partido. ¿Y quién podría haberse teñido el pelo de rojo? Imagínate.
Gianmarco Pozzecco estaba en la cúspide de su carrera, era uno de los directores de juego con más talento de Europa. Había jugado el Mundial de 1998, pero un desencuentro con Bogdan Tanjević no le permitió estar presente en el triunfo italiano del EuroBasket de 1999, en un equipo estelar formado por Gianluca Basile, Gregor Fučka, Carlton Myers, Andrea Meneghin y muchos otros. Pese a ello, estuvo muy cerca de aterrizar en la NBA.
En el verano de 2001, tras promediar 27 puntos por partido en la Serie A, intentó la aventura americana. Tanto los Phoenix Suns como los Toronto Raptors se interesaron por él, y antes de elegir el equipo, jugó algunas pachangas con varias estrellas de la NBA en Chicago. Allí estaba Michael Jordan, indeciso sobre si volver a jugar con los Washington Wizards. Una leyenda contaba que el chico de Trieste le robó un balón… y Pozzecco lo confirmó recientemente: “Había 25 jugadores negros y luego estaba yo. Michael Jordan dijo: ‘¿Quién coño es ese tipo?’ Jugamos, intentó atrapar un balón lanzándolo hacia atrás tras un mal pase de un compañero y yo lo intercepté. Cuenta la leyenda que le dije: ‘Michael, pensaba que eras un poco más fuerte…’“.
En la Summer Leabue con los Raptors, hizo 7 puntos y 6 asistencias tanto contra los Memphis Grizzlies como contra los Utah Jazz, pero el episodio realmente memorable llegó unos días después. Tras quejarse de que no le señalaran una falta, un entrenador rival le dijo: “¡Cállate, esto es la NBA!“. En la siguiente acción, se paró y lanzó desde 8 metros, anotando y haciendo el gesto de los tres puntos. Icónico. Cuando Toronto decidió no apostar por él, dada su forma física y su avanzada edad (29 años), anotó 20 puntos en 21 minutos contra los San Antonio Spurs. La ESPN le dedicó un reportaje completo: “¿Estamos tan seguros de querer dejarlo marchar?”.
Tres años después, unos días antes de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, se inclinó ante el público tras la histórica victoria de Italia sobre Estados Unidos por 95-78 en un partido de preparación en el que participaron Allen Iverson, Tim Duncan, LeBron James, Carmelo Anthony o Dwyane Wade. Y entonces llegó Atenas. Charlie Recalcati le llevó de nuevo a la selección y el resto es historia. El récord de asistencias (12) de la competición frente a China, el paso de la fase de grupos con la victoria 76-75 frente a Argentina, los cuartos de final frente a Puerto Rico y la mágica semifinal ganada frente a Lituania, con Pozzecco cerrando el partido con 17 puntos y 4 triples, hasta llegar a la medalla de plata tras la derrota frente a la Generación Dorada de Luis Scola y Manu Ginóbili.
Antes de retirarse como jugador, llegaron las aventuras en la Fortitudo Bolonia de Jasmin Repesa, las experiencias en el extranjero con el Zaragoza y el Khimki y el regreso a Italia con la Orlandina. En la pequeña ciudad de Sicilia, Gianmarco Pozzecco se convirtió también un ídolo local. Eligió el equipo y rechazó a la Virtus de Bolonia, diciendo que no podría haber jugado contra el Varese vistiendo la camiseta de esos acérrimos rivales. En Capo d’Orlando se retiró dos veces: la primera en 2008 y la segunda en 2010, tras volver brevemente a jugar en las categorías inferiores.
Su carrera como entrenador comenzó precisamente en la Orlandina, antes de regresar al Varese y dirigir el partido antes mencionado. El momento más recordado de su experiencia en ese banquillo, sin embargo, se produjo en otro clásico italiano, contra el Olimpia Milano: Pozzecco fue expulsado por recibir dos faltas técnicas y se rasgó la camisa antes de abandonar la cancha…
Le siguieron dos años como entrenador asistente de Veljko Mršić en el Cedevita, donde perfeccionó sus conocimientos tácticos del juego y entrenó a jugadores como Jacob Pullen, Ryan Boatright, Pierre Jackson, un jovencísimo Dzanan Musa y Miro Bilan, que recientemente contó una curiosa anécdota sobre La Mosca Atómica y su entrenador asistente, Edoardo Casalone, en la época del Dinamo Sassari.
During my two seasons in Sassari, Poz was ejected 8 times, and Edo became head coach during the game.
His record?
8-0!#EuropeiTipo
Bravo @edoardocasalone !
Bravo @theoriginalpoz !— Miro Bilan (@M1roB1lan) September 11, 2022
Sí, Sassari: el lugar donde Gianmarco Pozzecco se convirtió en un entrenador del más alto nivel, plasmando su juego en un baloncesto rítmico y caracterizado por sus transiciones, además de aprovechar el poste bajo. Ganó la FIBA Europe Cup, llegó a la final del Scudetto ganando al Armani Milán por 3-0 (dando su tarjeta de crédito a sus jugadores como recompensa, como el domingo contra Serbia) y donde ganó la Supercopa de Italia.
La aventura terminó de forma inesperada en el verano de 2021, cuando se anunció por sorpresa su llegada al cuerpo técnico de Ettore Messina en Milán. Una decisión que sorprendió a todo el mundo, pero que dio resultados: las características opuestas pero complementarias de ambos fueron los ingredientes de la receta perfecta para el equipo, que ganó la Serie A y la Coppa de Italia, y estuvo a punto de alcanzar la Final Four de la Euroliga.
La destitución de Meo Sacchetti y la llamada de Pozzecco al banquillo de la selección italiana iniciaron una nueva y ya memorable aventura, que incluye “el partido más importante de la historia del baloncesto italiano” y un beso a Giannis Antetokounmpo que pasará ya a la historia del EuroBasket.
Gianmarco Pozzecco no finge nada. Realmente está viviendo con emoción su etapa en selección italiana, una evolución natural de todo lo que ya ha vivido en su carrera. Es un parque de atracciones entre la cancha y el banquillo, entre jugadas espectaculares y momentos que quedarán en la historia.
“¿Un consejo para un joven jugador de baloncesto? Haz todo lo que yo no hice y verás que todo irá bien“.
Palabra de Poz.
En tus manos está el decidir si sigues o no su consejo.